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Mitología, geometría y pensamiento ilustrado.

El Parque del Laberinto de Horta es mucho más que un jardín histórico: es una expresión tangible del pensamiento ilustrado, un espacio donde arte, ciencia, filosofía y simbolismo masónico se entrelazan en armonía. Creado a finales del siglo XVIII por el Marqués de Alfarrás, Juan Antonio Desvalls i d’Ardena, este jardín neoclásico de nueve hectáreas es el más antiguo conservado en Barcelona.

Nuestro recorrido por esta joya patrimonial nos guía a través de sus tres niveles simbólicos, comenzando en la plaza de las ocho columnas —inicio alegórico del ciclo vital—, atravesando el famoso laberinto de cipreses como metáfora del amor y el conocimiento, hasta culminar en el pabellón neoclásico, verdadero templo de la sabiduría. Cada rincón del jardín está cargado de referencias mitológicas (Eros, Ariadna, Eco y Narciso) y signos masónicos, dispuestos con una intención didáctica y espiritual.

El paseo revela además una faceta oculta de la historia barcelonesa: el linaje Desvalls, su compromiso con el progreso científico, la filantropía y la identidad catalana. Con arquitectos como Domenico Bagutti y esculturas cuidadosamente ubicadas, el parque se convierte en una lección viva de historia, arte y filosofía.

Una ruta inolvidable para descubrir cómo se plasmaron los ideales de la Ilustración en un espacio de belleza serena y simbolismo profundo.

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Historia, arte y memoria burguesa a los pies del Tibidabo

Enclavado discretamente entre la vida urbana del barrio de Sant Gervasi y las faldas del Tibidabo, el jardín de la Tamarita se presenta como un oasis de serenidad, belleza y memoria. Esta ruta nos invita a redescubrir un espacio poco transitado, pero cargado de historia: una finca señorial que conserva la esencia de la Barcelona burguesa de principios del siglo XX.

El paseo recorre senderos entre tilos, magnolios y cipreses, atravesando fuentes ornamentales, esculturas alegóricas, bancos de cerámica y delicadas balaustradas que evocan el gusto ecléctico y novecentista de sus antiguos propietarios, la familia Craywinckel primero y luego el empresario Alfred Mata.

Más que un jardín, la Tamarita es un testimonio vivo de cómo la alta burguesía barcelonesa entendía la naturaleza como prolongación del arte, del confort y del prestigio social. Diseñado por Nicolau Rubió i Tudurí, discípulo de Forestier, el parque combina lo geométrico y lo orgánico, lo íntimo y lo escenográfico, en un recorrido que aúna romanticismo, clasicismo y simbolismo.

Entre estanques, templetes y rincones secretos, esta ruta propone detenerse, escuchar el silencio de un jardín olvidado por el tiempo y conectar con una Barcelona que aún late entre los muros de piedra y los setos recortados.

Una experiencia perfecta para quienes buscan rutas tranquilas, cargadas de estética y reflexión histórica.

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Historia, arte y naturaleza en el jardín más emblemático de Barcelona

El Parc de la Ciutadella, corazón verde del centro de Barcelona, es mucho más que un lugar de paseo: es un testimonio vivo de la historia urbana, política y paisajística de la ciudad. Esta ruta invita a descubrir sus secretos, desde sus orígenes como fortaleza militar hasta su transformación en parque público, sede de la Exposición Universal de 1888 y espacio simbólico del progreso ciudadano.

Comenzamos en los restos de la antigua ciudadela borbónica —emblema del poder absoluto tras la Guerra de Sucesión—, cuyos ecos aún se perciben en edificios como el Castillo de los Tres Dragones, el Museo Martorell y la actual sede del Parlamento de Cataluña. A partir de ahí, el recorrido transcurre entre jardines románticos, invernaderos históricos y esculturas simbólicas que trazan la evolución estética y social de la ciudad.

Nos detenemos ante la majestuosa Cascada Monumental, una obra de Josep Fontserè con participación de un joven Antoni Gaudí, que combina mitología, naturaleza y orgullo ciudadano. Caminamos entre avenidas de plátanos centenarios, palmeras y parterres diseñados con precisión francesa, descubriendo rincones como el Invernadero, el Umbráculo, el Zoológico y el pequeño lago que invita a la contemplación.

Esta ruta es una exploración entre el pasado militar, el florecimiento urbanístico del XIX y la vida cotidiana de una ciudad que ha sabido transformar la imposición en un espacio de libertad, encuentro y belleza.

Ideal para amantes de la historia urbana, la botánica y el arte público.

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De jardines privados a refugios urbanos entre arte, simbolismo y comunidad

Entre los pliegues más tranquilos del barrio de Sarrià, se esconde un tesoro vegetal doble: los jardines de Villa Amèlia y Villa Cecília, dos antiguas fincas señoriales transformadas en parques públicos que hoy forman un solo pulmón verde, lleno de historia, estética y vida cotidiana.

Villa Amèlia fue concebida a finales del siglo XIX por el industrial Ignasi Girona como jardín privado para su esposa. En sus senderos aún perviven lagunas, escalinatas flanqueadas por cipreses, árboles centenarios y esculturas como la Dríade, que rinde homenaje a los espíritus protectores del bosque, y el Encantador de serpientes, figura evocadora de mitologías arcaicas. Este jardín, de traza afrancesada, invita al paseo introspectivo, al descanso bajo tilos maternales y a contemplar la armonía entre naturaleza y arte.

Villa Cecília, en cambio, encarna el espíritu del diseño posmoderno del siglo XX. Remodelada en los años 80 por los arquitectos Elías Torres y Martínez Lapeña, combina formas geométricas, mobiliario lúdico y escenografías sugerentes. Desde la reja inspirada en el Ginkgo biloba —símbolo de sabiduría y longevidad— hasta el canal con la dramática escultura de Ofelia ahogada, cada rincón genera experiencias distintas: juego, contemplación, memoria, comunidad.

Ambos parques están unidos por una calle tranquila que no interrumpe la continuidad visual ni sensorial: se pasa de un jardín clásico y melancólico a otro experimental y vibrante. Esta transición simboliza el paso del patrimonio privado al espacio público, del ornamento al uso colectivo, de lo nostálgico a lo inclusivo.

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