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Violant de Hungría: La mano derecha de un gran rey

  • Foto del escritor: Violant Muñoz Genovés
    Violant Muñoz Genovés
  • 13 jul 2023
  • 5 Min. de lectura

Analizamos una de las figuras femeninas más sorprendentes y poco conocidas de la historia de Cataluña.


Dicen que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, y este es precisamente el caso de Violant de Hungría, consejera, confidente y mujer de Jaime I el Conquistador. En un mundo en el que la historia ha sido escrita por hombres y para hombres, es lógico que se desconozcan los trasfondos, las vidas de unas mujeres que, en no pocas ocasiones, secundaban las labores de estos grandes señores. Es cierto que sabemos muy poco de ellas porque sus caminos transcurrían en la sombra y, si aparecen en los libros de historia, solo lo hacen con una breve mención y raramente son estudiadas más a fondo, a pesar de que sus cometidos resultaron cruciales para la historia de nuestra nación.


El de Violant es solo un caso particular dentro de este amplio universo porque, aunque no ha pasado a los anales de la historia como la gran reina que fue, sí que ha sido considerada siempre como una de las figuras más relevantes del gobierno de su marido, Jaime I.


Es bien sabido que ser mujer en la época medieval no era precisamente un camino de rosas. La fervorosa religiosidad y la autoridad de la Iglesia hacia los súbditos del reino contribuían a extender una visión poco positiva de la mujer, que quedaba enmarcada dentro de la dualidad bíblica: o era una pecadora como lo fue Eva y, por lo tanto, era considerada la causante de todos los males de la humanidad, o era buena y piadosa como lo fue la Virgen María.


Lo cierto es que el contenido de los textos bíblicos no hizo más que condicionar la percepción de la mujer como un ser inferior, ya que las Sagradas Escrituras explicaban cómo había sido creada a partir de la costilla de Adán. Así, este antecedente justificaba la idea de que la mujer fue engendrada para el gozo del hombre y, en consecuencia, no tenía ni derechos ni responsabilidades.


Ahora bien, en el caso de las reinas y de las mujeres de la alta sociedad, la situación se perfilaba de una forma muy diferente, porque el género era el factor que determinaba su papel como madre protectora. Así pues, ¿qué se esperaba de ellas?, ¿en qué consistía la vida de una reina?


Además de dar a luz al futuro heredero del trono, las obligaciones de la reina implicaban algunas exigencias, como ser caritativa, fervorosamente religiosa, educada y juiciosa, porque tenía que transmitir una buena imagen de la monarquía de la cual formaba parte. Pero hubo reinas que llegaron a expandir un poco más su poder gracias a la complicidad forjada dentro del matrimonio; una entente con la que demostraban lealtad y absoluto compromiso a sus maridos. Violant de Hungría es un claro ejemplo de ello, ya que la suya es una figura que está por encima de la maternidad porque, además de ser madre de nueve hijos (hasta diez, llegan a afirmar algunas fuentes), se ganó un lugar destacado en el gobierno de Jaime I, considerado todavía hoy el gran rey de la corona catalano-aragonesa, del que fue consejera, asesora y confidente.


Se cree que Violant nació en 1219 en Hungría. Hija del matrimonio entre Andrés II y su segunda esposa, Violant de Courtenay, recibió una educación francesa con valores procedentes de la orden monástica del Cister, que le facilitaron, años más tarde, su adaptación a un nuevo país, a una nueva lengua y a unas costumbres muy diferentes de las suyas.


Después de la disolución de su primer matrimonio con Leonor de Castilla por cuestiones de parentesco, Jaime I rogó al papa Gregorio que le encontrara una buena candidata para desempeñar las labores propias de una reina. Así pues, el obispo de la actual ciudad de Pécs (Hungría) realizó diversos viajes a Barcelona para decidir los detalles del matrimonio hasta que finalmente la pareja se casó el 8 de septiembre de 1235 en la catedral de Barcelona.


Las uniones matrimoniales entre las elites de diferentes reinos eran un eficiente mecanismo de comunicación intercultural en una época tan tumultuosa y proclive al conflicto como era la Edad Media. El vínculo que se estableció entre el reino de Hungría y el de Aragón, a través del matrimonio de Violant con el hijo de Pedro II, es un ejemplo de ello: el Papa bendijo esta alianza para evitar que Jaime I se casara con una princesa de otro país y surgiera así una amenaza para los poderes papales. Sus intenciones, a pesar de ello, perseguían también acortar las distancias entre la Corona de Aragón y la Casa de Francia, con la que la futura reina compartía parentesco.


La pareja disfrutó de 12 años de matrimonio y de 9 hijos en común, porque Violant le dio a la corona un digno heredero, que la historia bautizaría como Pedro el Grande. Pero durante ese tiempo, Violant no solo fue madre, sino que fue la consejera más cercana de Jaime I, la voz que el monarca necesitaba escuchar a la hora de tomar muchas de sus decisiones. Y llegó a implicarse de tal forma en los asuntos políticos que incluso lo acompañaba regularmente a la guerra, y era habitual verla entrando a caballo en el campo de batalla para animar a sus soldados. Por ello, se entiende que muchos de sus hijos nacieran en las tiendas de campaña, en medio de los conflictos bélicos, porque Violant cambió la comodidad de palacio por las obligaciones que implicaba ser una buena reina, siempre al lado de su marido. Las crónicas dicen que era inteligente, amable, talentosa y con mucho carácter, y Bernat Desclot dice de ella que era «...mujer muy bella, y agradable a Dios y a su pueblo..."


La relación entre rey y reina fue estrecha porque Violant ejercía una fuerte influencia sobre él y, a menudo, actuaba como mediadora y consejera en conflictos de gran relevancia, como es el caso de los acuerdos para la rendición de Valencia del 9 de octubre de 1238. Violant, que había participado en aquellas negociaciones, también acabó entrando, triunfante y al lado de su marido, en la ciudad. Tal como dejó constancia la crónica real, su papel fue fundamental: «...e nós e ella entram alegrament dins lo castell e ab gran alegria menjam..». Asimismo, su figura se destaca en el tratado de Almizra, un acuerdo de paz entre la Corona de Aragón y la de Castilla, es decir, entre Jaime I y el infante Alfonso de Castilla (posteriormente Alfonso X el Sabio), en el que su sensatez también fue clave para conseguir la mediación entre las partes y evitar así la guerra.


La sociedad de la Edad Media estaba muy habituada a la muerte porque convivía con ella, y tal vez esta familiaridad, junto con el sentimiento de deber que caracterizó su vida, explican el hecho de que Violant redactara detenidamente su testamento cuando empezó a sentir que se acercaba su final.


Violant murió en el Santuario de Salas (Huesca) en torno al mes de octubre de 1251, con solo 36 años y después de asegurarse de que cada uno de sus hijos heredaría lo que le correspondía. Fue sepultada, de acuerdo con su última voluntad, en el monasterio de Santa Maria de Vallbona, del cual era benefactora. La comitiva que acompañó sus restos mortales iba encabezada por su marido y el féretro fue depositado en el presbiterio del templo, que actualmente se puede visitar. Violant es el único miembro de los Árpád, la primera dinastía que reinó en Hungría, cuyos restos no han sido profanados, privilegio del que, desgraciadamente, no pueden presumir todas las tumbas reales.


Por este motivo, visitar su sepulcro, que se encuentra en uno de los tres monasterios cistercienses más relevantes de Cataluña, es toda una experiencia que nos invita a conocer el legado de una gran reina, cuya historia hace que brille con luz propia.


Fuente: Patrimoni Cultural Generalitat de Catalunya



 
 
 

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